Contacto de Carl Sagan

Literatura

Al leer la sinopsis de Contacto nos encontramos ante un argumento inicialmente sencillo, incluso algo manido, “un libro de marcianos”. Poco tarda uno en imaginarse la típica historia de platillos volantes, invasiones alienígenas, héroes valerosos y un bonito mensaje final de paz que tampoco te quita el sueño por las noches.

Portada de Contacto de Carl Sagan

Portada de Contacto de Carl Sagan

Sin embargo, la novela de Sagan ofrece algo distinto. En un mundo donde a juicio de muchos la matemática y la religión son dos caras de una misma moneda, Sagan nos descubre una serie de paralelismos que revelan entre ambas una conexión más estrecha de lo que inicialmente aparentan.

La novela abandona rápidamente cualquier idea preconcebida que pudiéramos tener, ofreciendo a cambio un llamativo y sugerente discurso en defensa de la reconciliación de ciencia y religión y el entendimiento de la matemática como lenguaje universal.

Aun así, tampoco podemos hablar realmente de una enrevesada y atormentada disertación filosófica o un tedioso trabajo de investigación. Debates sobre la existencia de Dios o explicaciones de conceptos matemáticos no hacen que la narración deje de ser entretenida porque se trata, en esencia, de una buena historia.

La protagonista, Eleanor Arroway, es una niña a quien la curiosidad de los infinitos decimales de π tras una mala aproximación en el radio de un bote de mayonesa acabará por poner, con los años, al frente de una investigación de búsqueda de vida extraterrestre con radiotelescopio. La emisión de ondas con un mensaje expresado a través de números primos provenientes de la dirección de la estrella Vega pondrá en vilo a la comunidad científica, quien, siguiendo las instrucciones, construirá la Máquina, con la que establecer contacto.

En el camino de Eleanor se cruzará Palmer Josh, un predicador fundamentalista que cree ver en el mensaje un Becerro de Oro. Ambos conversan en los extremos de un gran péndulo que oscila. La certeza de la ciencia mantiene quieta a Eleanor, conocedora de la evidencia de la fricción del péndulo, y Palmer, también quieto, es un ferviente devoto que parece un mártir a quien su Dios susurra al oído que se producirá un milagro.

Finalmente se llega al entendimiento. Y es que ni ella es tan descreída que niegue la existencia divina ni la fe del otro tan firme que resista las contradicciones que plantea.

Y finalmente, después de varios años, se logrará la construcción de la Máquina. Tras atravesar sistemas solares, galaxias, tras años de sacrificio, estudio e investigación, finalmente se establece contacto.

Sin embargo, el encuentro no resulta como fue anticipado. Adoptando la forma del difunto padre de Eleanor, el extraterrestre conversa con ella en una playa de apariencia terrícola. Luego de resolver resolver algunas dudas iniciales sobre la emisión del mensaje, incluso él parece ser incapaz de dar respuesta a más preguntas de la inquisitiva Eleanor.

La conversación finalizará con la vuelta al origen para Eleanor, es ella ante la irracionalidad de π\pi. Y es que al preguntar acerca de los mitos y la religión de su civilización, el extraterrestre trazará con el pie sobre la arena un círculo. Una experiencia que al volver no puede ser demostrada dada la naturaleza tecnológicamente incomprensible del viaje y lo fantástico del propio encuentro. Se vuelve así esta igual a una profunda experiencia religiosa, donde es ahora Palmer Josh el descreído y Eleanor quien solo se puede valer de sus palabras para justificarse. También es ella quien consagra su vida a intentar dar explicación al viaje y a ese último mensaje, a buscar la forma de ser creída sin verdaderas pruebas.

En el libro, la abstracción de las matemáticas es, a simple vista, idéntica casi por completo a la religión. Ambas son la creencia en lo intangible que se hace cierto a ojos de quien quiere creer y cree entender. Así como en la novela una sucesión de números primos es un hecho inaudito para alguien que es conocedor de estos y es clara evidencia de vida extraterrestre, no representa nada de especial interés a quien sólo esté viendo números, sin considerar su divisibilidad.

Y en esa reciprocidad puede haber quien, sin ser nadie más consciente, crea haber visto obrar un milagro o haber recibido un mensaje de Dios. Que los entresijos de la creación del Universo estén en la Biblia puede resultar tan increíble como la curiosa propuesta del final del libro que afirma que estos se encuentran en una secuencia de π\pi, a la espera de una civilización que trabaje en base decimal.

Profético o predictivo, todo es una mera cuestión perceptiva. Así, en la novela, incluso el mensaje proveniente del espacio que tan claro parecía, cada cual pudo interpretarlo como más le convino, una Segunda Venida, el preludio al Apocalipsis… Para cada uno, todo hecho tendrá siempre la explicación más afín a sus opiniones y creencias, pues es al final la convicción en sus propios argumentos lo que es determinante, lo que nos permite defender realmente nuestras ideas. Y esto es lo lógico, pues la verdad absoluta no existe. Y es que incluso las matemáticas, a las que se les atribuye exactitud, poseen, como la religión, una verdad que se encuentra en constante cambio, sin la existencia de la unicidad de pensamiento, con varias interpretaciones de una misma conclusión…

Personificado en el libro a través de sus personajes, queda también patente lo que el autor considera un punto de divergencia. Los religiosos, temerosos a posibles contradicciones, se niegan a ser escépticos y a cuestionar. Mientras tanto, la actitud que adopta la protagonista, que refleja el pensamiento en matemáticas, es opuesta. Eleanor invita a cuestionar, a no dar nada por hecho o conformarse, a saciar la curiosidad. Es aquí donde una diferencia queda patente. La aparición de nuevas ideas que vienen a dar lugar a teorías y conceptos revolucionarios, la investigación… Todo ello contrasta con instituciones que llevan tiempo ofreciendo unas mismas explicaciones, con respuestas donde ante la inconformidad solo queda la resignación.

Es cierto que esto no es lo único a través de lo que se puede unir y separar matemáticas y religión. Sería algo ingenuo reducirlo a simplemente una manera de pensar, dada además la larga trayectoria de ambas en la Historia, donde mil y una veces se pueden relacionar ambas. Sin embargo, el libro no pretende realizar una radiografía completa de la relación, no proporciona una lista de aspectos comunes y diferencias. Más bien, ofrece una idea que, de manera sutil, inicia a uno a no pensar en ambas como contrarios.

Si algo deja claro el libro es que en la mayor parte de los casos ambas parecen tener cabida en el corazón del hombre, quien simplemente busca ser fascinado. Son una única mentalidad, es verse como un simple peregrino en el sendero hacia la verdad en un mundo que es demasiado complicado y sutil.