El Valor Desconocido

Literatura

“De lo que se trata es de la realidad”, de la necesidad de atrapar una porción de ese exterior grande, lejano e inefable. Tres miradas divergentes descomponen ese entramado de relaciones: la de Richard, la de Susanne y la de Otto Hieck. Los hermanos arrastran la sombra de un padre nebuloso, casi ilusorio y profundamente equívoco. Reelaborando la herencia paterna que late en sus respectivos interiores, ansían un pedazo diferente de realidad. Es imprescindible abandonar la atmósfera de incertidumbre inasible, de terror palpitante, que continúa impregnando su hogar a pesar de la muerte del padre. Son personajes envueltos, cuyos cuerpos están rodeados de una cubierta con poca elasticidad. La rigidez es condición de posibilidad de la ruptura del envoltorio de la existencia. Cuando esto suceda, el verdadero yo saldrá a la luz, y, con ello, el “valor desconocido” de la vida. Como proclamaba el padre, “el mundo arde en nuestro interior, no fuera de nosotros”. La claridad se forma en la oscuridad del lenguaje, en aquello que a Richard, a Susanne y a Otto les resulta demasiado difícil de expresar, pero que se intuye continuamente. Así, la realidad del mundo se palpa en un lenguaje medio ordenado que, simultáneamente, encierra y desconoce lo esencial.

Portada de El Valor Desconocido

Portada de El Valor Desconocido

El valor desconocido recoge la búsqueda (de la “verdad transformada en conocimiento”) del futuro doctor en matemáticas Richard Hieck. La huida de la noche del padre constituye el envoltorio de Richard: lo equívoco es angustioso e indecente. De este modo, las matemáticas se configuran como refugio para él por su limpieza y su maravillosa univocidad. Pero, pese a constituir una red de realidad inmensa y resplandeciente, desenmarañar su entramado no es suficiente. Richard sabe que su meta no se encuentra en las matemáticas (ni siquiera en la lógica), sino que su búsqueda remite a algo externo: “en la más profunda profundidad aparece, soleado, el mundo”. Las matemáticas son insuficientes, un elemento medial entre él y el exterior. Broch, en la época de publicación de El valor desconocido (1933), consideraba la ciencia fundamentalmente insuficiente porque nunca alcanza un carácter absoluto, de totalidad universal, que es “lo que interesa” y que el arte, por su parte, sí logra[1].

Los hermanos Hieck representan la “anarquía de valores”, la desintegración del mundo que, según Broch, resultó de la secularización de Occidente[2]. Cada uno se mueve en un sistema de valores cerrado, coherente y antagonista de los ajenos, en tanto que reclama un valor absoluto. Corresponden a los tres lados de un “triángulo del conocimiento”: arte, religión y ciencia (matemáticas).

Así, para tener la realidad en las manos, Otto recurre al arte (a la experiencia de “lo sublime”), simultáneamente urgente y cognoscitivamente mudo. El mundo de Otto es de dimensiones humanas: sus deseos y alegrías quedan dentro de lo alcanzable. Su delgadez contrasta con las pesadas cabezas y cuerpos de sus dos hermanos mayores. El arte no posee la fuerza coercitiva ni de la ciencia ni de la religión, de modo que Otto se mueve en una esfera de ligereza vital. No obstante, su personaje está desgarrado: su alma es la del pintor frustrado. ¿Es Otto el que detiene vida, el que tiene mayor conocimiento? Quizá sí, porque todo lo absoluto está relacionado con la mundanidad (lo propiamente matemático es ajeno a las matemáticas)[3] y todo conocimiento verdadero se dirige hacia la muerte[4].

Por su parte, Susanne se aferra a la religión, constituyendo un mythos, un universo ordenado y holístico en medio de la “anarquía de valores”. Su personaje encarna una paz y seguridad inmensas; la religión tiene un carácter incontrovertible, de forma que en el sistema de Susanne todo obedece a una ley estable. Es un mundo de absoluta objetividad, con una causalidad indiscutible y una concepción de lo espiritual y lo simbólico como algo concreto. Susanne representa la huida de lo pecaminoso del mundo, es decir, de lo impredecible (el amor, la muerte, etc.). Por esto, ejerce un particular influjo sobre Richard, está permanentemente en su pensamiento y se configura como elemento de su envoltorio.

La experiencia de una muerte real (en contraposición con la muerte ilusoria del padre) libera a Richard de la pesadilla. Se trata de una experiencia absolutamente empírica, completamente derivada del mundo. Por primera vez, Richard tendrá contacto con la realidad metafísica como tal: vislumbra que se trata del conocimiento o, equivalentemente, del amor. Del rostro de Ilse Nydhalm:

Pienso tu rostro
en mi último ataúd
debe acompañarme tu semblante[5]

¿Sabías que...?

HERMANN BROCH

(Viena,1886 - New Haven,1951)

Novelista, ensayista y poeta austríaco de origen judío atravesado por el desastre moral y político de la primera mitad del s.XX.
Junto con escritores como Joyce, Kafka y Proust, se considera uno de los grandes revolucionarios de la novela.

Fotografía de Hermann Broch

Fotografía de Hermann Broch

Tiene lugar un proceso de expansión del yo. Esto equivale al establecimiento de una armonía entre el mundo que lleva dentro dentro de sí el sujeto de cognición (mundo interior) : “el mundo arde en nuestro interior y no fuera de nosotros”. En realidad, lo empírico “nunca surge de la experiencia real sino siempre a partir del ámbito del yo, del corazón, de la mente”[6] . ¿Adónde voy?, se pregunta Richard incesantemente. “Y sin respuesta esclarecida, lo humano permanece”[7]. La armonización es la supresión del deseo de escisión de lo animal y del conocimiento, el abandono de la Scientia como Novia Celestial.

A lo largo de El valor desconocido, en forma de conversaciones y afirmaciones casi inocentes, Broch esboza su teoría del conocimiento. En un diálogo con el profesor Kapperbrunn, Richard afirma: “una vez que hayamos desarrollado la lógica matemática de la manera adecuada, tendremos la realidad en nuestras manos”. Se trata de la comprensión de lo imprevisible a través de lo previsible. Broch busca una “profecía lógica” que anticipe la acción humana y las inspiraciones a partir de todas las experiencias individuales (potencialidades humanas) y de datos empíricos. Es decir, una teoría de la experiencia omnipresente con una necesidad evidente, axiomática y tautológica. De esta forma, se podría “conocer todo”. Con dicho conocimiento, el sujeto alcanzaría un estado de simultaneidad: el conocimiento del todo abole lo sucesivo, esto es, el tiempo y la muerte. Se establece una especie de inmortalidad interior: el mundo es víctima de la muerte y el yo sobrevive[8].

En El valor desconocido también está presente el carácter absoluto de la demanda ética para Broch[9]. La “misión” es un imperativo ético: atender la demanda de ayuda. No podemos olvidarnos de nuestra propia muerte. Las ciencias deductivas no pueden observar al sujeto; sólo ven sus sombras. Hay una falta de mundo que impide al sujeto de cognición reconocer - se como mortal. Por eso, como afirma Susanne, “con las matemáticas no se puede educar a una persona”[10]. Hay más. La tarea ética se superpone a la lógica y epistemológica.

Broch, el poeta renuente[11] (también físico, matemático y filósofo), recoge en esta novela de enfoque meta - físico y estilo lírico su modo de estar en el mundo. Sus demonios, sus luchas y sus convencimientos. El valor desconocido tiene una profundidad envidiable. Muestra su aguda capacidad de percepción de las “esencias” y de aquello que yace bajo ellas. Es una lectura necesaria para pensar qué podemos y debemos saber.


  1. HANNAH ARENDT, Hombres en tiempos de oscuridad. Claudia Ferrari y Agustín Serrano de Haro (trad.), Gedisa, p. 139 ↩︎

  2. HANNAH ARENDT, Ibid. p. 129 ↩︎

  3. HANNAH ARENDT, Ibid. p. 153 ↩︎

  4. HANNAH ARENDT, Ibid. p. 135 ↩︎

  5. HERMANN BROCH, En mitad de la vida. Poesía completa. Clara Janés (prólogo). Montserrat Armas y Rafael-José Díaz (trad.), Igitur/poesía, p. 22 ↩︎

  6. HANNAH ARENDT, Hombres en tiempos de oscuridad. Ibid. p. 146 ↩︎

  7. HERMANN BROCH, En mitad de la vida. Poesía completa. Ibid. p.75 ↩︎

  8. HANNAH ARENDT, Hombres en tiempos de oscuridad. Ibid. p. 137, 146 ↩︎

  9. HANNAH ARENDT, Ibid. p. 158, 159 ↩︎

  10. HERMANN BROCH, El valor desconocido. Isabel García Adáñez (trad.), Sexto Piso, p. 40 ↩︎

  11. HANNAH ARENDT, Ibid. p. 119 ↩︎